El Día de Muertos como lo conocemos actualmente es una tradición que surge a partir del mestizaje, es decir, de la mezcla del culto a la muerte que tenían los indígenas y la religión católica.
¿Cómo era el Día de Muertos prehispánico?
Para los mexicas, cultura dominante en Mesoamérica cuando llegaron los españoles, la muerte era el comienzo de un viaje hacia un lugar llamado Mictlán, el reino de los muertos o inframundo.
Creían que, al morir, el alma –equivalente a las entidades anímicas que vivían dentro del cuerpo: Tonalli, en la cabeza; Teyolia, en el corazón; e Ihiyotl, en el hígado– tenía que bajar nueve niveles hasta llegar al Mictlan, el lugar de los muertos, pero antes el alma se tenía que desprender del cuerpo
Tlaltecuhtli era la diosa de la Tierra que se encargaba de devorar los cadáveres; de acuerdo al mito azteca, tras devorar los cuerpos, esta deidad paría las almas, las cuales podían iniciar así su camino hacia el Mictlán.
Hay 4 lugares donde los viajeros se aventuran terminando su tiempo en este mundo:
Los niños muertos iban a un lugar llamado Chichihuacuauhco, donde había un árbol de cuyas ramas goteaba leche para que no pasaran hambre.
La muerte más deseada por los antiguos mexicanos era en combate o en sacrificio, pues quienes morían así iban al Omeyocan o paraíso del Sol, y tras cuatro años regresaban a la vida en forma de colibrí. Además de los guerreros, este destino privilegiado tras la muerte era para las mujeres muertas en parto.
El Mictlán estaba destinado para todas las personas que morían de muerte natural.
Tlalocan el "Recinto de Tlaloc", a este sitio iban los que morían ahogados en el agua. También iban al Tlalocan aquellos que morían fulminados por los rayos porque se decía que los dioses los amaban, que por eso se los llevaban para sí al paraíso para que vivieran con el dios de la lluvia y de las verduras. Éstos que así morían estaban en la gloria con este dios, donde siempre había maizales verdes, y toda manera de hierbas que estaban verdes y las flores frescas y olorosas.
Tlalocan. Tepantitla, Zona arqueológica de Teotihuacan, estado de México. Foto: Oliver Santana / Raíces
El siguiente sendero rumbo al Mictlan, después de ser devorado el cuerpo, era el pasadero del agua, que podría hacer referencia al líquido amniótico en el que crece y se desarrolla un feto durante el embarazo. Teniendo en cuenta que al enterrar el cuerpo de las personas fallecidas, se les colocaba en posición fetal y se les arrojaba agua.
La hipótesis de Matos Moctezuma, que explica en su libro Vida y muerte en el Templo Mayor, señala que los nueve pasos que el teyolia debía atravesar para llegar al mundo de los muertos significa el regreso al vientre materno, la tierra.
Nueve, no por los meses de gestación, ya que los mexicas registraban el tiempo con un calendario distinto al nuestro, sino por las nueve ocasiones en las que la mujer dejaba de menstruar durante el embarazo.
Las almas de los difuntos viajaban durante cuatro años para llegar al Mictlán, donde se encontraban con Mictlantecuhtli, señor de los muertos o Dios de la Muerte.
Los antiguos mexicanos no realizaban altares u ofrendas como los que conocemos actualmente y que forman parte del festejo del Día de Muertos.
Las ofrendas formaban parte más bien del rito funerario; es decir, no se colocaban en una fecha especial después de la muerte de la persona, sino formaban parte de su entierro.
Al difunto lo enterraban con joyas y ropajes, con vasijas con alimentos, agua, y otros elementos que podrían servirle al ánima en su camino al Mictlán. Los cadáveres también eran enterrados con perros que servían de guían para el viaje al inframundo; y, en el caso de los gobernantes o personajes de clases privilegiadas, se les enterraba con sus esclavos para que lo acompañaran en su camino.
El festejo del Día de Muertos durante el 1 y 2 de noviembre es netamente católico, pues los antiguos mexicanos tenían otras fechas para el culto a la muerte.
Una de las celebraciones era el Miccailhuitontli, la cual era dedicada a los niños muertos y se realizaba durante agosto; y el Hueymiccailhuitl que se realizaba en septiembre. Esta última era considerada como la gran fiesta de los muertos; ambas celebraciones duraban 20 días.
La muerte era tan importante para los mexicas que en su calendario uno de sus días era Miquiztli, que significa muerte. Incluso se consideraba que si un niño nacía en el día miquiztli era señal de buena fortuna, aunque era necesario hacer sacrificios de codornices en su honor.
Fuentes:
https://arqueologiamexicana.mx/mexico-antiguo/tlalocan-recinto-de-tlaloc
Comments